Nunca más, siempre democracia

En unos días votamos y sea pato o gallareta vamos a pagar un alto precio, porque aceptamos que se pusiera en tela de juicio los estandartes del periodo democrático, vigentes del 83´a esta parte.

Raúl Alfonsín vota en las elecciones del 30 de octubre de 1983, la democracia retornaba al país. Foto: Archivo Télam/
Raúl Alfonsín vota en las elecciones del 30 de octubre de 1983, la democracia retornaba al país. Foto: Archivo Télam/

Marzo, 2009. Velorio de Raúl Alfonsín. Camino del Congreso de la Nación al cementerio de Recoleta un periodista se acerca a un papá con su pequeño en brazos, ambos miran el multitudinario cortejo fúnebre; no recuerdo textualmente la pregunta, pero se refiere a por qué estaban ahí:

-Vengo a vacunar a mi hijo con Democracia.

Octubre, 2023. Elecciones generales. Mi hijo menor vota por primera vez, palabras de aliento, emoción, foto compartida con la familia. No pregunto a quién, es su elección y además no hace falta, íntimamente lo sé. Tengo orgullo paterno, pero también preocupación y sabor amargo. Hago silencio, no hay superioridad moral en el voto: votar bien es votar y punto, eso es democracia; aunque -nobleza obliga- me ronda la idea de haber fallado en el calendario de vacunación democrática.

Cuarenta años de Democracia, ¿y ahora? ¿Qué valor -no precio- tiene la democracia como significado y significante para las nuevas generaciones?, ¿cómo y cuándo se cortó el trasvase cultural para que se pongan en dudas los pilares del consenso democrático? En unos días votamos y sea pato o gallareta vamos a pagar un alto precio, porque aceptamos que se pusiera en tela de juicio los estandartes del periodo democrático, vigentes del 83´a esta parte.

Acabar con, destruir a, sacar a, terminar con, eliminar a, bombas, gritos, insultos, etc. Ante tanta frustración por la dura realidad que parece ser endémica, seduce la propuesta destructivista del consenso democrático. El mensaje es claro, llega y prende, pero después ¿qué?, ¿con quién?,¿cómo?, ¿con cuáles reglas de juego? A la proclama incendiaria le sigue qué cosa, ¿cuáles son las propuestas concretas, duraderas y realizables para mejorar la situación social? Esto importa porque ganar no puede ser un fin en sí mismo, debe haber una promesa de futuro y de un futuro mejor.

Semanas atrás un incendio importante afectó nuestro piedemonte, duró apenas algo más de 24 horas, y sin embargo demorará en recuperarse tres o cuatro décadas. Los pirómanos se alimentan de las llamas y suelen ser efectivos a la hora de hacer arder todo, pero al país le irá mejor si nos gobiernan con vocación de bomberos. Así está la cosa, como cuando chico veíamos arder fascinado la pira gigante con muñecos por la festividad de San Pedro y San Pablo, pero con la sensación de que esta vez miramos desde adentro de la fogata.

Nunca Más. Siempre Democracia.

*El autor es profesor de Historia

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