Un modo de ver la economía plagado de ideología

Sobre la economía impera la política. El conflicto interno del Frente de Todos por el rumbo económico no se solucionó con la renuncia de Martín Guzmán.

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En junio, Argentina volvió a registrar un déficit comercial: las importaciones superaron a las exportaciones. Son datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), que agregan un factor de incertidumbre en el mercado, ya que la expectativa de devaluación aparece en el horizonte.

En los anteriores 18 meses, el resultado de la balanza comercial había sido positivo: en ese lapso, las exportaciones superaron a las importaciones.

Pero si se analizan los números de los últimos meses, se advierte que el país está exportando menos cantidades. En concreto, en el primer semestre de 2022 exportamos un 54 por ciento menos que en el mismo período del año pasado, a pesar de que se logró expandir el comercio internacional en proporción significativa.

Si no fuera por el crecimiento que experimentaron los precios de varios de los productos que se exportan, las cuentas habrían sido peores.

La pregunta surge por sí sola: si se amplió el conjunto de los compradores y mejoraron los precios, ¿cómo es que los productores argentinos no venden mayores cantidades que los años anteriores?

La respuesta sería que están reteniendo una parte importante de su producción o la mayoría de los dólares que reciben por la inestabilidad cambiaria, por la alta inflación y por lo poco que les rinde liquidar sus operaciones en el mercado oficial.

El Banco Nación, por ejemplo, paga por cada dólar apenas 128 pesos. Como al productor de soja se le realiza una retención del 33 por ciento, en realidad apenas recibe unos 86 pesos. En los mercados paralelos, en estos mismos días, el dólar superó los 330 pesos. El productor agropecuario tiene muchos insumos dolarizados, por lo que no le conviene vender y liquidar su producción a los valores oficiales.

Semejante brecha cambiaria va en contra de la lógica económica. Por eso los distintos actores económicos entienden que el Gobierno trata de evitar lo inevitable –una devaluación importante– y actúan en consecuencia: mientras los exportadores deciden esperar, los importadores buscan adelantar sus compras; ambos sospechan que en el futuro el dólar estará más caro.

Y sobre la economía impera la política. El conflicto interno del Frente de Todos por el rumbo económico no se solucionó con la renuncia de Martín Guzmán.

Por el contrario, desde la perspectiva del kirchnerismo duro, parece haberse agravado: Juan Grabois pidió aumentar en un 10 por ciento las retenciones a las exportaciones agropecuarias para financiar el salario universal.

En el discurso de Grabois, el Gobierno debe saldar una puja distributiva que se expresa como “el pueblo” versus “los poderosos”.

Así, los productores agropecuarios no sólo no formarían parte del “pueblo”, sino que, además, son señalados como el sector que acapara la riqueza que determina la desigualdad y la pobreza: hay que quitarles parte de lo que ganan para entregársela al “pueblo”, que lo merecería más que ellos.

Es un argumento inaudito. Pero alcanza para provocar mayor incertidumbre, porque evidencia el marco ideológico de la discusión que atraviesa al oficialismo en un momento muy crítico.

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