Traspié y cambios en el círculo rojo mendocino - Por Gastón Bustelo

Traspié y cambios en el círculo rojo mendocino - Por Gastón Bustelo
Traspié y cambios en el círculo rojo mendocino - Por Gastón Bustelo

¿Hay en Mendoza una burguesía preocupada por el desarrollo provincial? ¿El círculo rojo sólo busca ventajas o quiere apuntalar el crecimiento local? Entre otras tantas, son estas las preguntas que se van hilvanando cuando aparece la discusión por el rumbo que tendrá Mendoza.

Es así entonces como la clase dirigente, la burguesía local, el círculo rojo -o como se prefiera denominar a los encargados de planificar el desarrollo y tomar decisiones- aparecen apuntados debido a que la discusión viene demorada. Antes siempre es sano admitir que llegamos a esta situación solos, no hubo un terremoto que nos destrozó ni un virus que paralizó la economía. Estamos casi detenidos, esperando definir hacia dónde vamos.

Para el historiador Pablo Lacoste, desde el punto de vista conceptual, burguesía es aquella parte de la clase dirigente que, en vez de asumir una actitud rentista (consumir las utilidades en lujos y gastos suntuarios), adopta un enfoque progresista, en el sentido de reinvertir los excedentes en el mejoramiento de la empresa. ¿Qué ocurre en Mendoza? ¿Dónde está nuestra burguesía? “Este es uno de los temas críticos de nuestro estancamiento. Nuestra burguesía se ha desdibujado y hay una situación de ausentismo, que es negativa para el desarrollo regional. Para salir adelante, es importante tener una burguesía innovadora, ambiciosa e involucrada con la suerte de su provincia. Si no tenemos ese actor social en Mendoza, pensando su futuro y asumiendo compromisos con el desarrollo del territorio, todo es más difícil”.

¿Qué hacemos entonces? “Primero, asumir que esa burguesía ya no existe. Está afuera, está desterritorializada. Segundo, pensar en la necesidad de generar ese polo de referencia. Si los grandes no están, habrá que convocar a los medianos y pequeños y que ellos asuman el liderazgo. El Estado necesita tener un interlocutor válido con el cual consensuar los planes de desarrollo de mediano y largo plazo”, dice Lacoste.

Otros académicos, vinculados al Conicet, entienden que las dirigencias políticas, sindicales y empresariales deben saber qué hacer para proyectar una vida social en común, pero el déficit en las dirigencias es tan grave que ponen en riesgo el marco de la convivencia. Es por eso que se hace necesaria una instancia de reflexión sobre las dirigencias de todos los sectores para fortalecer canales de representación entre la sociedad civil y el poder.

Consideran que la renovación de las elites se produjo en los ’80 y coincidió con la crisis de la vitivinicultura y la renovación democrática, así se estableció una forma de reclutamiento político distinto y más profesionalizado. En el empresariado también hubo renovación de elites y aparecieron los que no están vinculados al sector agroindustrial. Explican que lo mismo sucede en la agremiación empresaria, debido a que a la vieja UCIM la reemplazó el CEM, y las empresas vitivinícolas no están ahí, “la riqueza ya no pasa por lo agroindustrial”.

En Mendoza hay empresarios que han construido su patrimonio gracias a su permanencia en las entidades gremiales empresarias, aprovechando las vigentes o creando otras. De esta forma han podido tejer vínculos con el poder político e imponerle temas y algunos hasta lo hacen con iracundia. Se manejan así desde hace años, entonces no es raro que funcionarios, entre vinos y asado, le den curso a sus pedidos, a veces sectoriales, a veces no tanto. También están los que la pelean fuerte e invierten su dinero.

En el cuarto piso repiten una frase fuerte: “Casi todas las actividades económicas dependen del Estado”.

Martha Reale, directora de Reale Dalla Torre Consultores, tiene una visión más optimista y afirma que desde el conflicto con la minería, avanzó la agenda del “círculo rojo mendocino”. “El desarrollo de Mendoza es un tema instalado. La industria del conocimiento y las energías renovables, son sectores que están bien vistos y tienen buenas posibilidades”.

Elbio Rodríguez, otro encuestador reconocido, no advierte un sector social que esté encabezando políticas para desarrollar la provincia, “los empresarios están relativamente cómodos como están”.

Como no tenemos un registro preciso de las inversiones que se realizan por monto y sector, una suerte de mapa indica el quién es quién en cuanto a los aportes a la provincia por el pago de Ingresos Brutos, uno de los ingresos tributarios más fuerte de origen provincial.

Así es como el sector que lidera es el comercio minorista con el 20% (venta de autos, camionetas, utilitarios, motos, ventas en hipermercados, materiales de construcción, electrodomésticos, alimentos y bebidas, prendas y accesorios); le siguen los servicios sociales y comunales con el 18%; establecimientos y servicios financieros y comercio al por mayor con el 12%; industria manufacturera con el 11% y dentro de ese porcentaje aparece la elaboración de vino con el 12% y fabricación de productos de la refinación de petróleo con el 6%; explotación de minas y canteras con el 6% con más del 90% -dentro del 6%- atribuido a la extracción de petróleo y a las actividades de servicios y construcción previas a la perforación de pozos. La foto dice mucho de la economía de nuestra provincia. Claro está que no volverá la Mendoza industrial, con más de 9 mil establecimientos y 65 mil empleados de la década del ‘60.

Así estamos entonces, reconfigurando y viendo qué modelo definimos, mientras tanto en casi el 50% de los hogares mendocinos hay una persona que busca y no encuentra empleo.

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