Soñar con las cataratas - Por Jorge Sosa

Se cansó de visitar Reñaca en tiempos normales y ahora se da cuenta de que no conoce esa belleza.

Soñar con las cataratas - Por Jorge Sosa
Soñar con las cataratas - Por Jorge Sosa

En plena pandemia el tipo se hace los rulos: “Cuando pase esto... ¡ah! Cuando pase esto voy a darme algunos gustos que no tuve oportunidad de darme cuando estaba en la normalidad”.

El tipo sueña porque tiene tiempo de soñar, y entonces elabora planes para realizar cuando termine el confinamiento. Digo, si alguna vez termina.

Una de las cosas que más sueña, con la que más se da manija, es el tema de los viajes.

Porque ha viajado, circunstancialmente, no motivado por una razón valedera
Ahora sí lo sueña, lo analiza, lo mastica y se lo traga porque no tiene mayor alternativa que soñar, que imaginarse en la cumbre de una montaña o en una playa del Caribe tomando mate mientras lo miran todos los yanquis. Porque está lleno de yanquis el Caribe y estos no saben lo que es un mate, salvo Ginóbili, que encima ni siquiera es yanqui.

Una de los presupuestos que maneja, si es que pudiera manejar por varios kilómetros, son las Cataratas del Iguazú. El tipo piensa: “Las cataratas son una de las maravillas del mundo moderno, están en nuestro país, porque la parte de Brasil es la más fea, y yo todavía no he ido. He preferido otros lugares, tal vez más accesibles, pero menos interesantes. Me he fregado tantas veces el poto en las arenas de Reñaca y no conozco esta obra inigualable de la naturaleza que nos pertenece”.

O sea, el tipo piensa bien, pero va a tener que usar muchas horas-poto-auto para llegar hasta Misiones. Sin embargo son de esas misiones que atraen y que uno cumple con gusto.

Las siete maravillas naturales del mundo moderno son, a saber: la isla Komodo (no, “cómodo”, que ese es el tipo), donde está el curioso dragón de Komodo, que es más feo que una cruza de elefante con cebra. Otra maravilla es la Montaña de la Mesa, que no tiene cuatro patas -como la del living- y está situada en Sudáfrica, cerca de Ciudad del Cabo, que a su vez está cerca de la Ciudad del Sargento. La tercera en la lista es la Bahía de Ha long, en Vietnam, lo que no le debe traer muy buenos recuerdos a los yanquis.

Otra de las maravillas naturales es la Selva Amazónica, si es que aún no la han destruido los incendios y los desmontes que se practican en su superficie a mansalva.

Hago referencia a otro lugar magnífico: el río subterráneo de Puerto Princesa, ubicado en Las Filipinas, donde iba a bañarse la princesa (si es que la noble mujer tenía por costumbres estas cualidades higiénicas). Me queda la isla de Jeju, que causa mucho asombro, pero no causa risa, pues sino sería la isla de Jeje. Está en Corea del Sur, aunque Corea del Norte dice que le pertenece a ellos. Y luego, nuestras magníficas cataratas.

Pero resulta que las cataratas están sin agua, caen de sus laderas rocosas hilitos de agua que no alcanzan para lavarse las manos, y eso es peligroso, atendiendo al coronavirus

¡Cómo puede ser que las cataratas, que eran una explosión de agua, ahora no tengan! Habría que avisarle al agua que la cuarentena no tiene que ver con ella, que ella no corre peligro. Las cataratas son una lágrima y eso le saca el rótulo de maravilla. Tenemos que hacer algo, llamar a los chamanes para que llueva, desviar el río Aconcagua un poco para el sur, llevar bidones, prestarle un poco de agua nosotros a cuenta de Portezuelo del Viento.

Porque le estamos arruinando el sueño al tipo que sueña con viajar después del confinamiento y no es justo.

Que el gobierno nacional tome cartas en el asunto, no paguemos la deuda externa mientras no nos devuelvan el agua de las cataratas.

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