Más conectados pero más aislados que nunca - Por Carlos Salvador La Rosa

Más conectados pero más aislados que nunca - Por Carlos Salvador La Rosa
Más conectados pero más aislados que nunca - Por Carlos Salvador La Rosa

La pandemia aceleró el nuevo mundo digital que ya vivía entre nosotros pero que luego del virus se impondrá definitivamente, con sus virtudes y también con sus defectos. Hoy hablaremos de sus peligros si nos dejamos arrastrar por él sin intervención crítica alguna.

Hace casi cien años, José Ortega y Gasset caracterizó a la sociedad del siglo XX como la de la “rebelión de las masas”,  donde los pueblos se rebelaban contra sus elites pero de allí no surgía mayor libertad sino sistemas de masas como el fascismo o el comunismo; las masas se congregaban tras un líder demagógico.

A fines del siglo XX, otro pensador, Christopher Lasch, postuló la aparición de “la rebelión de las elites”, porque los dirigentes abandonaban sus responsabilidades hacia la sociedad y se ocupaban sólo de protegerse a sí mismos como una corporación.

Y en el presente, con la aparición de la sociedad digital, un filósofo coreano, Byung-Chul Han (ya citado en estas columnas), postula que hoy no existe ninguna rebelión, ni de las masas ni de las elites, que ahora sólo existe “el enjambre”, o sea individuos solitarios conectados en red sin tener que rebelarse contra nadie porque nadie los manda.

Tratemos de sintetizar en la brevedad de una nota lo que es la sociedad del enjambre digital, sin masas y sin elites.

En ella tienden a desaparecer los partidos y las ideologías y entonces las masas se disuelven en enjambres de puras unidades. Todo es autorreferencial, cada uno es su propio partido, las ideologías se descomponen en infinitas opiniones individuales, no hay más representantes porque cada uno se representa a sí mismo.  El mundo se va conformado mayoritariamente de “Hikikomoris digitales”, personas que se pasan el día entero ante los medios audiovisuales, apenas sin salir de casa. Cosa que la pandemia multiplicó.

Pero eso ocurre no solo con las masas, incluso las elites. ya no se dirigen al pueblo sino al sistema político en sí mismo, que también se ha hecho autorreferencial.

Desaparece el respeto porque el respeto requiere de distancia entre las personas, de algún tipo de jerarquía, pero éste es reemplazado por la comunicación anónima fomentada por el medio digital lo que destruye masivamente el respeto. De allí que la comunicación deviene puramente pasional, cada uno dice en la red lo que le indica el estómago, la red se cubre de “shitstorm”, traducido como tormenta de mierda, tormenta de indignación en internet, las fake news y la basura digital creciente.

Sostiene el autor que a_pesar de que están todos conectados con todos, a los habitantes digitales de la red les falta la intimidad de la congregación que produciría un nosotros. Son una concentración sin congregación, una multitud sin interioridad, un conjunto sin alma ni espíritu.

La palabra digital refiere al dedo (digitas) que ante todo “cuenta”. La cultura digital descansa en los dedos que cuentan. Historia, en cambio, es “narrar”. Los amigos de facebook son ante todo contados, la amistad en cambio es una narración. Así hoy deja de existir todo lo que no pueda contarse numéricamente. Se cuenta sin fin, sin poder narrar. Se toma nota de todas las cosa pero sin poder conseguir un conocimiento.

Es que la transparencia hoy es la esencia de la información digital mientras que la verdad ama esconderse, no está dada como una cosa yacente. La información es acumulativa y adictiva, mientras que la verdad es exclusiva y selectiva. Al saber no lo hallamos de antemano a diferencia de la información. Al saber lo precede una larga experiencia.

Eso genera un efecto viral que antes no ocurría: Una información o un contenido, aunque sea de escasa significación, se difunde velozmente en la red como una epidemia o una pandemia. No lo grava ningún peso de sentido. La comunicación digital asume forma de virus. Es infecciosa porque se produce inmediatamente en el plano emotivo o afectivo. El contagio no presupone ninguna lectura ni pensamiento previo. Ningún otro medio es capaz de este contagio a modo de virus.

Y eso produce el IFS (Information fatigue syndrom), el cansancio de la información,  enfermedad psíquica que aparece por exceso de información. Lo que lleva a la parálisis del pensamiento, se atrofia la capacidad de distinguir lo esencial de lo no esencial. El conjunto de información por si solo no engendra ninguna verdad. En un punto la información ya no es formativa, sino deformativa, la comunicación ya no es comunicativa sino acumulativa.

A su vez, el cansancio de la información lleva a la depresión, entendida como una enfermedad narcisista, causada por una relación consigo mismo exagerada y patológicamente recargada. El sujeto narcisista depresivo percibe sólo el eco de sí mismo. Al final se ahoga en el propio yo, agotado y fatigado de sí mismo. Nuestra sociedad se hace cada vez más narcisista.

Y al fin el peligro del que hoy todos hablan: La sociedad de la transparencia está cerca estructuralmente de la sociedad de la vigilancia. Pero lo que hace posible el control social no es el aislamiento sino el enlace en red y la hipercomunicación. La sociedad del control se consuma allí donde en sus habitantes el miedo a tener que renunciar a su esfera privada e íntima cede el paso a la necesidad de exhibirse sin vergüenza, es decir, donde no pueden distinguirse la libertad y el control. Desaparece la diferencia entre el Gran Hermano y los habitantes. En la nueva sociedad digital cada uno observa y vigila al otro. Y no solo nos vigila el servicio secreto de Estado sino que las empresas privadas procesadoras de datos trabajan ellas mismas como servicios secretos. En la actual sociedad de la información, cada uno vigila al otro, cada uno es gran hermano y prisionero a la vez.

En fin, esta teoría del enjambre es apenas una visión de las cosas. La sociedad digital tiene en sí innumerables potencialidades para hacer vivir mejor a la humanidad, pero para eso debemos cambiar la actitud frente a ella. La pandemia nos ha metido de lleno en esta nueva sociedad mucho más rápido de lo que esperábamos. Ahora nos corresponde a nosotros controlarla a ella antes que ella nos controle a nosotros. Tenemos que democratizarla a fin de evitar que un nuevo pacto entre la sociedad digital y el poder de siempre, nos limite aún más la libertad en vez de ampliarla.

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